Había una vez un niño que fue a una heladería para tomar un helado. En esa ciudad era raro que un niño, pobre como él, tuviera condiciones económicas para eso. En verdad, él había trabajado duro para conseguir aquel dinero. Cuando se sentó en el banco alto junto al mostrador, su apariencia y ropa le daban una cierta desconfianza a la empleada que atendía.
–¿Qué quieres niño?, –preguntó ella.
–Quiero tomar un helado. ¿Cuánto cuesta un sundae de chocolate?
–¡Cuesta 50 centavos!, –respondió impaciente.
El niño sacó del bolso las moneditas y las contó cuidadosamente. Un poco avergonzado, preguntó de nuevo:
–¿Y el helado simple?
–¡35 centavos!, –respondió la empleada, cada vez con menos paciencia.
–¡Entonces quiero uno de esos!, –dijo el chiquillo.
La empleada, no muy convencida, fue a prepararle el helado.
Para el niño, contrariamente, ese era un momento con el que había soñado muchas veces y que la empleada que atendía no lograba percibir. Y fue así que saboreó cada cucharadita de helado como deseando que no se terminara, tratando de disfrutarlo al máximo. Cuando al final, lo terminó, dejó sus moneditas sobre el mostrador y se marchó.
Con lágrimas en los ojos, la empleada contó 50 centavos, 35 del helado, y 15 que había dejado para ella.
–¿Qué quieres niño?, –preguntó ella.
–Quiero tomar un helado. ¿Cuánto cuesta un sundae de chocolate?
–¡Cuesta 50 centavos!, –respondió impaciente.
El niño sacó del bolso las moneditas y las contó cuidadosamente. Un poco avergonzado, preguntó de nuevo:
–¿Y el helado simple?
–¡35 centavos!, –respondió la empleada, cada vez con menos paciencia.
–¡Entonces quiero uno de esos!, –dijo el chiquillo.
La empleada, no muy convencida, fue a prepararle el helado.
Para el niño, contrariamente, ese era un momento con el que había soñado muchas veces y que la empleada que atendía no lograba percibir. Y fue así que saboreó cada cucharadita de helado como deseando que no se terminara, tratando de disfrutarlo al máximo. Cuando al final, lo terminó, dejó sus moneditas sobre el mostrador y se marchó.
Con lágrimas en los ojos, la empleada contó 50 centavos, 35 del helado, y 15 que había dejado para ella.
con esos ojos hermosos me partiria el corazon y diario le daria un helado sin cobrarle un solo centavo. pagado el helado estaria con solo verlo disfrutar su rico helado de chocolate .
ResponderEliminardetesto a ese tipo de gente que de mala gana esta de tras de un mostrador y que trate mal a un
pequeño como es .