No fue fruto de un laboratorio de ideas al estilo de Adriá, sino de la casualidad. En 1904, el panadero sirio Ernest Hamwi y el heladero de origen francés Arnold Fornachou ocupaban dos espacios contiguos en la Exposición Universal de San Luis (EEUU).
Fornachou vendía tanto que un día se quedó sin platos ni tazas para servir helado a sus clientes, así que tuvo que buscar una solución de urgencia. Viendo que los clientes apenas compraban unas galletas de su vecino, llamadas zalabia, tomó unas cuantas, las enrolló y metió dentro un trozo de helado.
La genial idea dio resultado: se mantenía dentro sin problemas, así que empezó a venderlo en cucuruchos. Él agotó existencias, y su compañero Hamwi también.
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